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sábado, 29 de mayo de 2010

LA OPINION EDITORIAL DEL PERIODICO EL NACIONAL

Editorial
 
 


29 Mayo 2010, 11:58 AM
Daño hecho
La intervención del director de Migración evitó a República Dominicana la vergüenza del siglo con la sola detención de un haitiano residente legalmente en el país por el solo hecho de besarse y abrazarse con su esposa en la calle. El tierno gesto de Nicodem Cony y su esposa Yocelin Guerrier bastó para que unos supuestos inspectores desplegaran un inusual aparataje para apresar y tramitar la repatriación del hombre bajo la acusación de violar las buenas costumbres y el pudor.

Según lo que se ha sabido, al enterarse del atropello el vicealmirante Sigfrido Pared Pérez no sólo ordenó libertar de inmediato al haitiano, sino la destitución del encargado de asuntos haitianos de Migración y la  del inspector que dirigía la patrulla que actuó en el caso. Era lo menos que se podía hacer para reparar un abuso, discriminatorio y racista, y de consecuencias impredecibles para República Dominicana. La mujer, al ver que los inspectores llegaron con la edición de El Nacional en que aparecía besándose con su marido, intuyó que nada bueno se traían y huyó del lugar.

Los haitianos, casados desde hace cuatro años y con dos hijos, se ganan la vida vendiendo tarjetas para llamadas telefónicas en los alrededores de las avenidas Máximo Gómez y Kennedy. La alegría de la reunificación familiar motivó uno de tantos besos que movilizó a una suerte de contingente (un teniente en una yipeta, tres militares en un minibús y otros en una motocicleta)  para hacerlos pagar un delito que no se castiga ni en las naciones más conservadoras.

El beso, símbolo de amor, amistad y nobles sentimientos, no figura entre las restricciones constitucionales a los extranjeros. Con la detención y repatriación que el director de Migración frenó a tiempo, por suerte, también se habría cometido una escandalosa violación de la Constitución y las leyes, lo que resulta hasta impensable en pleno siglo XXI.

Con los atentados a la moral y las buenas costumbres que ocurren diariamente y a luz pública, y no sólo en ese antro de promiscuidad sexual que es la “Bolita del Mundo”, el encono contra la pareja lo motivó su condición de haitianos. Aquí la gente se orina en las calles o en cualquier rincón de la ciudad, como si nada. Si fueran europeos o blanquitos es posible que hasta lo hubieran aplaudido.

( TRANSCRIPCION) 


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